Dios es el hábitat del universo, de todo lo creado. "En Él somos, nos movemos y existimos" (Hechos 17.28). Nuestra existencia encuentra su propósito en reflejar Su gloria y Su carácter y fuera de Su Ser perfecto y sublime, sólo hay deterioro, corrupción y muerte.
Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo ¡la realidad última es comunitaria! La realidad última es amor, vive en la eterna delicia de la entrega de sí mismo por el otro. Dios se glorifica a sí mismo no como un Dios unitario, egoísta y ególatra como Allah. El Padre se deleita en exaltar al Hijo, el Hijo se deleita en glorificar al Padre, el Espíritu se deleita en proclamar y mostrar a todos la gloria del Hijo y del Padre.
Comunidad es la realidad para la cual fuimos creados y en la cual nuestra vida cobra su pleno sentido y encuentra su más completa realización. Por eso, a pesar de todo deterioro que ha traído el pecado (como el egoísmo y el individualismo), no dejamos de buscar al otro, de querer darnos, de ser parte de una comunidad que la da sentido a nuestra forma de ver el mundo. "Así actuamos en mi familia", "así somos los chilenos", "así crecimos y aprendimos en nuestra ciudad"... ¡nuestra identidad es comunitaria! Sólo en la comunidad existe una visión del mundo. En esta comunidad, donde la pasión y la comunión verdadera con el Dios Trino nos impulsa y nos arrastra placenteramente hacia la comunión con otros (1Juan 4.7-8), hacia la pasión por nuestra esposa e hijos y hacia la amistad, la compasión y la entrega con otros y otras que, precisamente porque son distintos, celebramos la diferencia en una comunidad plural como la misma Trinidad. "Ningún hombre es una isla".
Por eso, comunidad es cómo conocemos la realidad también. La comunidad es el principio epistemológico por excelencia. No somos individuos poseedores de una racionalidad infinita, omnicomprensiva y autónoma. El único dueño, poseedor, creador de la realidad creada y quien es la misma realidad última es Dios. Sólo el Omnisciente Dios Trino conoce con conocimiento perfecto, completo, objetivo y sólo en Él está el conocimiento cierto y seguro. En la comunión con Él, a través de la única (y suficiente) forma que le podemos conocer: Su Palabra, está la visión del mundo que necesitamos para vivir en él. No conocemos el mundo como si fuéramos sujetos poseedores de un orgáno omnicomprensivo (llamado "razón") que es capaz de aprehender el mundo y su esencia por sí mismos de forma "directa y objetiva", a fin de controlar y predecir. Conocimiento es más que eso.
El conocimiento verdadero sólo existe en la comunión con Dios. Sólo bajo la delicia de amar y ser amados, adorando a Dios, dispuestos a dejarnos moldear como una caricia por la hermenéutica que Dios ha hecho del mundo, podemos nosotros interpretarlo, desentrañar sus misterios y conocerlo, no para poseerlo, dominarlo, controlarlo sino para deleitarnos en la gloria que Dios ha impreso en él, dejando que Su gloria en nosotros, a la vez, nos impulse a trasformar el mundo y desarrollar el potencial del orden creado en amor, como Dios mismo lo ha hecho con nosotros.
Por esto y mucho más: "la realidad es comunitaria" y la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, es la Nueva Comunidad en un mundo caído, la verdadera Comunidad de la Nueva Creación que ya está presente en la creación antigua con el soplo de Dios en su seno, impulsándole a llevar Nueva Vida.
La Iglesia es más que una institución; la institución es la cáscara. La Iglesia es una comunidad cuyo centro y aliento es el Dios Comunitario que da vida por el Evangelio donde hay muerte, que da sentido y propósito donde hay nihilismo, que llena los espacios ociosos de las grandes ciudades con adoración al único y sabio Dios, que trae graffittis llenos de los colores de la Nueva Creación a las grises murallas de los sitios eriazos, que tatúa los brazos, los cuellos y las pantorrillas con la sangre del Cordero, que denuncia con guitarras distorcionadas al pecado y expulsa, con un grito como rugido de León, las injusticias de un mundo que yace bajo el maligno. La Iglesia trae rimas hip-hoperas que llenan de esperanza los corazones en situación de calle, da el pan integral (hecho con harina del cielo y de la tierra) a los hambrientos, e inunda las calles con la fiesta del Reino de Dios, llenando de payasos, malabaristas, batucadas y de teatro callejero los oscuros paseos peatonales llenos de ternos grises y negros. La Iglesia vuelve a plantar árboles cálidos y verdes donde había sólo frío concreto, arborizando con la Nueva Creación este mundo caído.
Mientras mayor y más profunda sea la comprensión de que la realidad es comunitaria, mayor será la osadía de la iglesia para que en nuestras ciudades vuelva a brillar la gloria del Dios Todopoderoso.