miércoles, 25 de agosto de 2010

PENSANDO LA IGLESIA


La realidad de la Iglesia Presbiteriana estas últimas décadas es de iglesias que, en el mejor de los casos, se estancan y, en el peor, decrecen: de iglesias organizadas pasan a ser avanzadas y de avanzadas pasan a ser templos vacíos arrendados a otras denominaciones. Quisiera decir que nuestras iglesias vegetan, pero los vegetales crecen y se desarrollan...

No juzgo. No apunto con el dedo a nadie, excepto a mí. Me siento responsable porque SOY responsable. Y si algo aprendí de Sartre fue que el sentirse responsable no es hundirse miserablemente en el lodo tibio de la culpa sino saber y entender que puedo (y debo) hacer algo para que esta situación cambie. No asumo expectativas mesiánicas de ningún tipo tampoco. Eso es propio de mentes carnales e infantiles, no centradas en Jesús, el único y verdadero Cristo, el único cabeza de la iglesia.

Pensando y pensando algunas ideas me surgieron y quiero compartirlas junto con este video que les adjunto (que ya lo vimos en nuestras reuniones de equipo). No son tesis. No son propuestas. No son proyectos. Son ideas sueltas. Incompletas. Fragmentadas. Que espero nos puedan servir para ser la iglesia que Dios quiere que seamos:

Pensamiento 1:
Paso al frente de una gran iglesia, ubicada estratégicamente a 1 cuadra del centro neurálgico de Santiago. ¿Qué veo? Una gran burbuja de concreto. No me malentiendan. Sus actividades son atractivas y toda la semana está abierta para algún tipo de programación moderna y creativa. Su membresía y asistencia a los cultos dominicales crece. Muchos amigos míos, que nos criamos juntos en la presbi, van a esa iglesia ahora. ¡Y ese es el problema! Mucho trasvasije de otras iglesias. Nadie lo hace intencional. Estoy seguro que el pastor de esa iglesia no lo quiere así, pero la metodología, el lenguaje, el estilo, la forma de ser de las personas (o sea, todo aquello que importa 1000 veces más que las declaraciones de Visión y Misión de una planificación estratégica bien hecha en word y excel) repele a los habitantes de los departamentos que están al lado, al frente y en la cuadra de atrás y sólo logra atraer a los evangélicos o a las personas de clase media que comparten los valores de familia, trabajo y decencia que los evangélicos tenemos. Los cafés y bares del sector, que no son pocos, están llenos de gente que no pisarían ese templo ni aunque les ofrezcan el último musical bien ensayado, con luces, actores y música en vivo del Mesías Bicentenario.

¿Qué es lo más inquietante para mí? Que nuestras iglesias presbiterianas miran pa' rriba este tipo de iglesias y admiran su forma de ser. Sin duda, hacen más que lo que hemos hecho, pero ¿es realmente eso lo que queremos ser? Más importante aún: ¿es eso lo que Jesús nos llamó a ser? Leo mi Biblia y no veo iglesias-burbujas con imponentes templos ni actividades diseñadas para atraer... sino que veo iglesias diseñadas para enviar: iglesias más parecidas a virus (uno bueno, eso sí) que se extienden en todos los tejidos sociales, cambiando familias, plazas, ciudades y hasta la actividad económica de las mismas (como en el caso de Éfeso). Y a propósito de virus, aquí comparto mi segundo pensamiento:

Pensamiento 2:
Si una iglesia es un hospital espiritual (idea que comparto, hasta cierto punto), entonces también es un lugar propicio para la proliferación de infecciones intrahospitalarias, sobre todo si no hacemos uso del único antiséptico efectivo: el Evangelio. Me explico: muchos huyen hacia esta burbuja llamada iglesia. Huyen de la fornicación, de los vicios, de los excesos de alcohol de fin de semana, de la ambición desmedida y aquí, en el mejor de los casos, encuentran refugio, cuidado y tratamiento para sus enfermedades. ¡Pero salen de aquí contagiados! Contagiados de hipocresía, de fariseísmo, de complejo de superioridad (que en realidad es un complejo de inferioridad que busca compensarse), de sed por demostrar quién es el más santo, el más espiritual, el más consagrado, el más reformado, el más teológico. La infección intrahospitalaria puede pasar en cualquier hospital, pero pasa más (mucho más) en los hospitales insalubres que no hacen uso de los básicos procedimientos de asepsia. El Evangelio nos llama a arrepentirnos de las malas obras que surgen de corazones rebeldes y contrarios a la ley de Dios y también nos llama a arrepentirnos de las buenas obras que surgen de corazones deseosos de manipular a las personas y al mismo Dios. Podemos oponernos a Dios de la misma manera, a través de ir contra las reglas o a través de seguir las reglas. Podemos estar lejos de Cristo y su señorío, queriendo ser nuestros propios señores que deciden lo que es bueno y malo desde y para sí mismos y podemos estar lejos de Cristo y su salvación, queriendo salvarnos a nosotros mismos haciendo el mejor esfuerzo por ser buenos y santos con el fin de que Dios nos bendiga, que Dios nos prospere, que Dios bendiga a nuestra familia y que Dios nos dé el cielo. El Evangelio confronta a ambos tipos por igual. El Evangelio afirma, proclama y recuerda cada semana, cada día, que sólo Cristo es el único y suficiente Señor y Salvador.

¿Estamos preocupados, más allá de la obediencia religiosa a los manuales de igle-crecimiento, de ser iglesias evangelio-céntricas? ¿Es la mala noticia [de la profundidad y extensión de nuestro pecado] junto con la buena noticia [del pago TOTAL que Cristo hizo por gracia en la cruz y en la tumba vacía por nuestro pecado] lo que más hablamos en nuestras iglesias?

Que nuestras iglesias estén llenas de no-cristianos es mi anhelo. Pero de no-cristianos que saben bien que no lo son y que, aún así, se sienten amados por la comunidad mientras exploran la fe y aprenden de Jesús. Pero a veces nuestras iglesias están llenas de no-cristianos que no tienen idea que no lo son y ¡no sólo eso! Sino que el resto de la iglesia los admira y los elige para cargos porque son tan buenos, correctos y morales... ¡pero la verdad es que están perdidos! Y ellos mismos no lo saben porque creen que confesar la doctrina correcta, dar el diezmo, llegar a la hora a la Escuela Dominical, ser buenos trabajadores y padres de familia responsables es sinónimo de "ser un buen cristiano".

El Evangelio bien predicado y bien enseñado es un agente antiséptico efectivo. En este mundo caído no tendremos iglesias perfectas y lo sabemos bien, pero tampoco debemos conformarnos a convivir con el pecado de la falta de santidad o con el pecado de la auto-justicia. Sólo el Evangelio es el antídoto. Sólo el Evangelio de gracia nos justifica.... Y SÓLO EL EVANGELIO DE GRACIA NOS SANTIFICA.

2 comentarios:

  1. Le sacaste las ramas al árbol y diste el palo, pero un palo bien ganado y es bueno recibirlo ahora al iniciar el trabajo de UNO y no en el momento en que las cosas empiecen a salir mal ( y espero que no sera así)para así cambiar nuestras actitudes y por sobre todo buscar centrarnos en el Evangelio de salvación de Cristo.

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  2. Luego de leer las ideas que compartes con nosotros, conmigo, también me puse a pensar en tus 2 pensamientos, je.
    1º me sentí completamente aludido; revisé un poco lo que he vivido y visto, y me sentí invitado (que patúo, je) a compartir lo que pienso desde lo que publicaste; con un espíritu autocrítico y con el claro resultado de que estoy en deuda.
    Por años nos hemos conformados, mejor dicho: "me conformé", con mi propia justicia.
    Y esta viene a ser como el simulacro de "Matrix": pareciera que estamos comiendo y bebiendo cosas exquisitas, pero sin embargo, no son más que apariencias vacías del verdadero sabor (que no es producido artificialmente) y beneficios de la comida y la buena bebida reales.
    El simulacro que promueve nuestra "religiosidad" aparecida desde una autocomprensión "autónoma": de lo que creo, me gusta, me sirve y, por sobre todo, "conveniente" (¿no es nuestra razón no transformada y redimida por Jesucristo (día a día) una prostituta?), produce ni más ni menos que un terreno estéril, con "obras" y vidas superficiales; en definitiva, son "edificios" fundados en la arena de nuestra propia justicia.
    Nos queda aceptar de rodillas, confesando nuestra incapacidad y miseria, la amorosa y misericordiosa invitación del Padre a volver (aunque estemos dentro) al hogar; a volver a Su amor; a volvernos de nuestra miseria y propia justicia; y reconocer que nuestra justicia y buenas obras no son mas que un trapo sucio ante su Majestad y Santidad. Entonces, el único Señor y Salvador Jesucristo nos dará un verdadero corazón quitando el de piedra. Entonces tendremos vida, verdadera, y nuestras iglesias dejarán de serlo, es decir, serán cada día menos "nuestras".
    Allí donde el Evangelio es predicado, donde es el alimento real y necesario de las ovejas (digiriendo y haciéndolo nuestro), entonces creceremos y la iglesia de Jesucristo el Señor crecerá y no permanecerá sin fruto.
    En ese sentido, pienso, vamos a poder ser cada día más solidarios, más humildes (al recordar el inmenso costo que tuvo nuestra redención), un poco más útiles y dispuestos a querer cultivar una fe integral que mira, espera y se dispone ante el señorío de Cristo.

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